Performances de lo absurdo (III): Ponerse cachondo.
"La vida es un estado de la materia"
¡Los biólogos hacen esta escalofriante declaración casi sin inmutarse!
¿Cual es el origen de la vida de un mamífero? Científicamente podríamos situarlo en el momento en que se produce la fecundación de una célula femenina, etc. Pero, ¿no es más cierto que hay un proceso previo a la fecundación sin el cual ésta no llegaría a producirse? ¿Y cuál es ese proceso previo? Pues el encuentro de al menos dos individuos de la especie a perpetuar, a partir de cuya excitación sexual se genera la cadena de acontecimientos que lleva a la fecundación. En resumen, la vida de un nuevo mamífero comienza a gestarse realmente en el momento en que sus progenitores, al encontrarse, se ponen cachondos.
Tomando este axioma como punto de partida, un buen amigo hizo una reflexión que me pareció irresistible: si de cada individuo puede pensarse eso (que su vida empezó al ponerse sus progenitores cachondos), se podría pensar en una cadena regresiva de acontecimientos (a su vez, los progenitores de cada progenitor se pusieron cachondos) que sería como un viaje hacia el tronco de cualquier árbol genealógico. El destino de ese viaje: el origen de la vida. Es decir, el caldo vegetal del que surgieron las primeras bacterias portadoras de vida. Mi amigo afirmó, aplicando una lógica sencilla y poderosamente tajante, que el caldo vegetal, en un momento indeterminado de su reposada existencia, se puso cachondo. Nuestra fantasía poética nos impele a imaginar ese momento primigenio como una leve agitación del caldo, un burbujeo quizá, cierto hervor. Y entonces la vida, esa maravillosa memez.
Desde entonces, nos referimos al Caldo Vegetal Cachondo (C.V.C.) como origen de todo esto.
Por lo que a Le Pulpo Pochí respecta, esta teoría es absolutamente irrefutable, y repele, con la más férrea y hermosa intolerancia, cualquier interpretación que proponga un planteamiento diferente.
Pero claro, ¿Qué puso al caldo vegetal en ese estado? A modo de simple hipótesis, apuntamos que pudo ser uno de esos almanaques con fotos de mujeres desnudas que se encuentran con frecuencia en los talleres de reparación de automóviles. Nada prueba lo contrario.