Le Pulpo Pochí

Nombre:

Cha Cha Chá, el Perro Colosal, Cha cha chá, el Pulpo Peculiar

miércoles, julio 26, 2006

Performances de lo absurdo (II): Ponerse gagá.





"Mi abuela hoy está bastante pochí"
Luisma Muñoz Rodríguez (en un SMS del 30/10/2004)

Si hay algo que Le Pulpo Pochí sabe hasta el punto de no sorprenderse lo más mínimo es que la estructura de la vida humana es disfuncional, errónea desde toda atalaya lógica, ridícula desde una hipotética platea externa. Es por eso que el tema que le ocupa hoy le parece en perfecta consonancia con todo lo demás (sea dicho así: Todo Lo Demás). Y que si le merece comentario alguno es tan sólo por diversión y por reivindicación de lo Pochí.
Obligado a adaptarse a este entorno absurdo, el cerebro también funciona mal; no cree Le Pulpo Pochí que quepan dudas en este punto. El cerebro es, en consecuencia, un órgano muy pochí. Una de las pruebas más irrefutables y ferozmente divertidas (siempre desde donde no exista implicación emocional) es el declive de su funcionamiento en el tramo final de la vida. Los viejos, antaño personas cabales (se supone), se transforman en caricaturas de si mismos, víctimas de su trastornado sistema de razonamiento y de las incongruentes ideas que éste produce.
A Le Pulpo Pochí le gustaría creer que, gracias a esta disfunción, el viejo se libera del esquema mental funcional que lo ha mantenido al margen del absurdo durante su vida y, al ponerse gagá, se reinserta en el absurdo, volviendo a participar de la dimensión pochí de la vida, que abandonó -grave error- en cuanto su cerebro adquirió esa funesta habilidad de nombre igualmente funesto: uso de razón. Pero ésta es tan sólo una interpretación poética.
Le Pulpo Pochí sabe a su pesar que lo que realmente ocurre es que, provistos de ese órgano precario y defectuoso, el comportamiento de los hombres se estropea adquiriendo ese aspecto absurdo que queda tan bien evocado por el escueto y potentísimo término "gagá".
A lo que vamos: que el cerebro se estropee es un hecho grotesco, cruel, ácidamente jocundo, una de esas paridas que la naturaleza permite en su seno con la indolencia silenciosa que le caracteriza. Pero al generar personas gagá, este hecho, a priori lamentable, es saludado por Le Pulpo Pochí como una buena nueva. Porque las personas gagá son Sujetos de lo Pochí, en toda regla. ¿Acaso cabe alguna duda? Se contradicen, emiten mensajes sin lógica alguna, actúan sin reglas reconocibles de conducta , tienen un aspecto ridículo e inconsistente y pueblan el universo con igual derecho y mayor escándalo que el resto de las criaturas. Si esto no es Pochí, que baje Le Pulpo y lo vea.

jueves, julio 20, 2006

La crítica de arte como complemento necesario.


"Yo soy el pintor; los otros interpretan" Matthias Weischer


Pulpo Pochí parece haber detectado una relación entre el arte y la crítica del arte basada en la complementariedad. Sí, necios denostadores de la labor crítica (y de la teoría en general, que soléis ser los mismos), habéis leído bien: Pulpo Pochí considera que la crítica de arte completa y refuerza la creación artística. Llevando, no sin coherencia, esta suposición al extremo, afirma que toda obra permanece víctima de cierta orfandad hasta que no es criticada, esto es, contextualizada y situada en el cosmos inmenso de lo real, validada como una parte legítima de la realidad a la que por fuerza pertenece, como un producto de esa misma realidad, que se materializa a través del artista. La crítica no sólo describe o juzga, sino descubre, no pocas veces, la razón de ser de la obra (en tanto que los artistas no parecen ser capaces de hacerlo, con sus fatuos silencios, debidos sencillamente a que desconocen sus propias motivaciones).
Cuando un niño pequeño (no es mal símil para el artista) caga (no es mal símil para la creación artística), desconoce el origen real de su excremento, su composición, y los motivos diversos de su forma, textura, pigmentación, etc... El doctor, que conoce la alimentación del niño, que estudia su entorno y analiza el estado de su salud, está en unas condiciones infinitamente más ventajosas que el propio niño para analizar el excremento, y en su caso, para comentarlo. Entonces ese excremento, que para un observador incauto podría parecer vacío de interés, arbitrario en sus características formales y carente de información relevante (una simple mierda, al fin y al cabo), cobra sentido gracias al comentario del experto, que en este caso -ha de insistirse en ello- es el doctor, ajeno a la creación de la caca, y no el niño, autor único del cagarro. Ocurre lo mismo, como el lector avezado ya habrá percibido, con la relación artista - crítico: uno produce, el otro hace la justificación teórica, y en su caso la explicación, de ese producto. Son perfectamente complementarios: se necesitan. A la vista de tal consideración, Pulpo Pochí exclama: qué soberbia sandez la de Cézanne al espetar a los críticos: "¡No seas crítico de arte, pinta!". Sin el comentario ilustrador de los críticos, tal vez sus bodegones no hubiesen pasado de ser composiciones de frutas semiborrosas. Qué recomendación tan pochí, Cezanne.